¿Alguna vez has leído algo acerca de los lenguajes del amor, o has pasado algún tiempo averiguando cómo prefieres recibir amor? Cuando mi esposo y yo estábamos recibiendo nuestra consejería pre-matrimonial tomamos una prueba para ver cuáles eran nuestros lenguajes de amor. En los últimos catorce años de matrimonio puedo asegurar, que los resultados fueron muy correctos. Y muy opuestos.
Yo soy una chica de “regalos” y “palabras de afirmación”, mientras que él es de “contacto físico” y “actos de servicio”. Él mira con asombro cómo hago que los regalos cobren vida en los cumpleaños y en las festividades, mientras que yo me maravillo de ver que él y nuestra hija se acurrucan juntos constantemente. Una tarea como vaciar el lavavajillas es, para mi, algo que simplemente hay que hacer. Sacar la basura o volver a casa y encontrar una cocina limpia es, para él, un acto de amor.
Nuestra hija de ocho años pareciera inclinarse hacia “tiempo de calidad” como su principal lenguaje de amor y nos dirá repetidamente lo mucho que se divierte cuando los tres hacemos algo nuevo o divertido juntos. Amar bien a los demás significa más que solo usar nuestras palabras, se trata de nuestras acciones, y de imitar el amor de nuestro asombroso Dios que sabe cómo amarnos perfectamente.
Nuestros versículos de hoy en 1 de Juan nos recuerda que no solamente mostramos amor a través de las palabras que decimos, sino también por nuestras acciones y la verdad que creemos. Juan está escribiendo esta carta para llamar a los creyentes a volver a los fundamentos de la fe. Su enfoque es la verdad, no una opinión, y señala a sus lectores el mandamiento más importante que Jesús nos dio: Amar a Dios y a los demás.
Juan se dirige a su audiencia como “niños pequeños”, una frase que usa siete veces en su carta. No tiene la intención de ser degradante, sino afectuoso y queriendo recordar lo contrastante del reino de Dios, donde lo humilde es exaltado. En Lucas 10:21 Jesús se regocija en el Espíritu Santo de que Dios esconde cosas de los sabios y entendidos, y las revela a los niños. En Marcos 10:14 Jesús anima a Sus discípulos a permitir que los niños pequeños vengan hacia Él, porque el reino de Dios les pertenece. Juan escribe con la ternura y la verdad de un padre a sus hijos, o como la de un pastor a su congregación.
Cuando hayamos entregado nuestras vidas a Cristo, creyendo que sólo Él es el Salvador del mundo, seremos capaces de vivir en obediencia a Él. A medida que nos afianzamos en nuestra fe, nuestro deseo de complacerlo y seguir Sus mandamientos fluye de nuestro amor por Él. Cuando reconocemos Su amor por nosotras, somos capaces de amar y cuidar a nuestras amigas creyentes y al mundo que nos rodea. La fe en Cristo, la obediencia a Sus mandamientos y el amor por los demás son aspectos centrales de nuestro caminar con Cristo. Nuestra seguridad viene a medida que nos acercamos a Él y continuamente le entregamos nuestras vidas y corazones.
Sabrán que somos cristianas por nuestro amor. Un amor que no está limitado por los lenguajes del amor o las pruebas de personalidad, sino que proviene del desbordamiento de un corazón que permanece cerca de Jesús. Cuando ponemos nuestra fe en acción a través de nuestra obediencia a Dios, el resultado es amor. Amamos porque Él nos amó primero, y cuando imitamos el ejemplo de Dios podemos amar bien a los demás, conduciéndoles a una relación más profunda con Aquel que nos amó cuando todavía éramos un desastre incapaz de despertar amor.
Crystal