Amor: El camino del discípulo

 

“No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” 3 Juan 1:4

Hace unos años, una mentora de la universidad se acercó a mí después de no haber estado en contacto por varios años.  Habíamos sido increíblemente cercanas durante mi experiencia universitaria.  Pero la vida continuó su cauce.  Me mudé, me casé, tuve una familia y después de más de una década de vivir en diferentes estados, aparte de una tarjeta para Navidad y un correo electrónico ocasional, ya no hablamos con regularidad.  Año por medio nos poníamos al día con los grandes acontecimientos en nuestras vidas, y eso ya bastaba para verme de nuevo embebida en su sabiduría.

Un día, después de nuestras sesiones de actualización,  abrí un correo electrónico de ella  y vi estas palabras  vivificantes: “Estoy tan orgullosa de la forma en que eliges vivir tu vida”. Las lágrimas llenaron mis ojos y se deslizaron por mis mejillas cuando esas palabras,  enriquecidas con el amor de una mentora, me transmitieron vida.

Ella consideró su guia, su discipulado y el sacrificio de tiempo y recursos, como una inversión de amor en mi vida.  Y debido a su amor por el Señor y su amor por mí, tantos años después yo sigo caminando con el Señor imperfectamente, pero esforzándome por vivir mi vida de acuerdo con la verdad.

Me encanta cómo las palabras de Jesús en la Gran Comisión nos dicen que a medida que avanzamos, somos llamadas a hacer discípulos “ bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”  Mateo 28:19-20

Tercera de Juan 4 nos muestra la belleza que proviene de obedecer la Gran Comisión. “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” Hay un gozo genuino en saber que tu trabajo para el reino ha producido buenos frutos. Hay una gran satisfacción en saber que el trabajo que estamos haciendo hoy,  que el amor que estamos compartiendo con otros, algún día echará raíces y hará crecer algo fiel y verdadero.

Porque ¿no es así el camino del discípulo?

¿Que habiendo conocido las profundas riquezas del amor de Dios que se nos enseñó y mostró durante nuestros primeros años de fe, permitiendo que transforme nuestras vidas en algo hermoso, luego un día seamos quienes tomen la mano de una persona más nueva en su fe y le ayude a navegar por las alegrías y penas de esta vida?

Ser un discípulo de Jesús es también ser un hacedor de discípulos – y ese es un llamado bueno y vivificante, digno de nuestra mayor atención.

Pasados los años, estoy ahora replicando la relación que tenía con mi mentora. Me encuentro compartiendo tazas de café y Biblias abiertas con universitarias en mi iglesia. Hablamos de la vida, el pecado, las relaciones, la elección de la carrera, ¡lo que sea! Algunas veces hablamos específicamente de las Escrituras, otras veces compartimos sobre lo que pasa con nuestras vidas. Y a menudo me alejo orando, “Padre, mantenlas cerca de Ti. Que estos momentos no vuelvan vacíos. Ayúdalas a ver Tu gran amor por ellas y permite que sus vidas cambien para siempre”.

Aún no tengo la satisfacción de ver el fruto que Dios produce en sus vidas, pero lo que sí sé es que el gran amor al que Dios nos ha llamado es uno que no puedo guardar para mí misma. Y estoy segura de que el que comenzó la buena obra en ellas, la completará (Filipenses 1:6). Y espero con ansias el día en que pueda enviarles un correo electrónico y decirles, “¡Estoy tan orgullosa de la forma en que están eligiendo vivir su vida!”

 

Brittany Salmon

 

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