“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”
Miqueas 6:8
El capítulo 6 de Miqueas comienza con el llamado de Dios al pueblo de Israel para un litigio, una contienda legal, trayendo incluso a la creación, si esta pudiera ser testigo, ante Él como juez contra ellos por su forma pecaminosa de vivir.
Dios ya había instruido a esta gente, desde sus antepasados, en lo que era bueno y el camino por donde debían andar bajo Su gracia, lo que agravaba sus faltas al abandonarlo en pos de otros dioses.
Eran muchas las evidencias y muestras del favor y misericordia que Dios había tenido para con Su pueblo, y que hablaban en contra de ellos en este juicio. Vemos esto confirmado en las palabras del profeta Isaías, contemporáneo a Miqueas, cuando dijo: “Oigan, cielos, y escucha, tierra, porque el Señor habla: «Hijos crié y los hice crecer, pero ellos se han rebelado contra Mí.” Is. 1:2; “Hazme recordar, discutamos juntos nuestro caso; habla tú para justificarte.” Is. 43:26
El juicio era inminente, Israel era culpable de idolatría, fornicación, de corromper y entregar a sus hijos en maldad, y de hacer sacrificios vanos. Aún así, Dios los llama con dureza, pero con compasión, recordándoles que los sacrificios válidos ante Él es hacer el bien, “…practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios”
El Señor mostró Su amor por la humanidad, no como una respuesta a algo que la humanidad hubiera hecho, fue un acto de gracia, bondad, y compasión del Padre.
Él llamó a Su pueblo como un padre llama a su hijo cuando ha equivocado el camino y trata de auxiliarlo para que no se lastime, para que pueda rectificar sus pasos. Así llama hoy a Su pueblo, con amor, recordándoles practicar Sus enseñanzas, vivir en obediencia amando al prójimo, y viviendo para Su gloria.
La lectura de hoy nos invita a reflexionar en cómo estamos amando a Dios. ¿Lo hacemos como Él lo pide?
Pensemos en cómo Israel, que fue un pueblo imperfecto, fue instruido y disciplinado por Dios, quien nunca dejó de verlos como Su pueblo; y es así, como en medio de nuestra imperfección somos amadas por un Dios real, que conoce nuestras debilidades, y nos invita a confiar y a crecer en Él.
Te invito a reflexionar también en la instrucción de amar a otros. Esta debe ser una decisión continua, que caracterice nuestras vidas, no como una convicción humana, sino siguiendo el ejemplo de Jesús, y en Sus fuerzas, porque sólo en Él lo podremos hacer.
Padre Eterno gracias por este recordatorio de Tu fidelidad, por mostrarnos amor y misericordia, porque sin importar nuestra condición nos salvaste. Ayúdanos ahora a amarte a Ti con todas nuestras fuerzas, y a amar al prójimo como Tú lo mandas. En Cristo Jesús, amén.
Sonia Muñoz.
Instrumento en sus preciosas manos.