“Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca.”

Hebreos 10:24-25

 

 

Seguramente conoces la frase “no hay lugar como el hogar”, que hace referencia a ese lugar especial que nos acoge como ningún otro. Su origen se remonta a un himno/poema de 1823, que cuenta con ese estribillo en su coro, y que se ha replicado en libros, cuentos, canciones y películas. Pero hoy, tanto el origen como el significado de la frase se están perdiendo, y algo similar pasa con aquello que le da vida al hogar, la familia.

 

La familia es el corazón latente de cada hogar, establecido en el diseño perfecto de Dios, y tiene un propósito igual de perfecto. Lamentablemente, no pocos creyentes están descuidando su rol dentro de la misma, a pesar de que la Biblia nos exhorta a velar por los nuestros constantemente.

 

Por eso es importante que entendamos que el texto de hoy, y toda la Palabra de Dios, aplica en nuestro desempeño como esposas, hijas, hermanas, y como madres. 

 

La carta a los Hebreos resalta en sus líneas la superioridad de Cristo, la fe y perseverancia que debemos tener, y la vida cristiana, sin depender de dónde o con quién estamos.

 

Es así que la vida del hogar debe construirse a la luz de Cristo, reconociéndolo como la mayor autoridad de cada uno en la familia, y Su palabra como nuestra guía. Cuando las madres abrazamos las Escrituras de manera integral en nuestras vidas, se ve reflejado en la crianza de nuestros hijos, pues procuraremos discipularlos en el ejemplo de Jesucristo.

 

La instrucción bíblica puede parecer complicada a medida que los hijos van creciendo, pero debemos confiar en la fidelidad de nuestro Padre, que ya nos ha dado lo necesario para exhortar a todos en el hogar al amor y a las buenas obras. Cuando modelamos un carácter piadoso, tenemos un trato amable y firme, nuestros hijos aprenderán de nuestro ejemplo, Dios no será extraño a ellos.

 

Es importante que esto inicie en el hogar, pues las familias conforman la Iglesia del Señor, y esta a su vez impacta a la sociedad. Procurar la convivencia, compañerismo y adoración colectiva ayuda a nuestros hijos a saberse parte de la congregación, y a estar expuestos a la predicación de la Palabra de Dios.

 

No tengamos en poco exhortar y generar momentos para hacer el bien con nuestros hijos, ya que el mundo no descansa en incitarlos al odio y la maldad, incluso en los tiempos de prueba, para que tengan testimonio de la gracia de Dios.

 

Hoy te exhorto a confiar en Dios y perseverar con diligencia en la crianza de tus hijos, en trabajar por un hogar cimentado en Su palabra. Aun cuando tu familia no sea la “ideal”, no desfallezcas, ten presente que nuestros esfuerzos humanos son pasajeros, pero el poder de Dios es eterno.

 

Padre, gracias por Tu palabra. Oramos para que cada mujer que la estudia hoy tenga un corazón dispuesto a obedecerte en trabajar por hacer de su hogar un lugar donde se promueva el bien, donde sus hijos encuentren amor y una exhortación bíblica constante. Concédenos la fuerza y la sabiduría para hacer de nuestro hogar un lugar como ningún otro. En el nombre de Jesús, amén.

 

Gracia y paz, 

Ileanis Martínez

Panamá

 

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