Después de meses de espera, el sol finalmente se liberó de la noche y llegó el día temido, el decimotercer día del doceavo mes, el mes de Adar.
Sin embargo, Dios, en Su asombrosa participación en la historia de Ester, había “volteado la mesa ”. Y aunque el malvado plan de Amán no pudo ser detenido, los judíos fueron capaces de defenderse de los ataques de su enemigo.
Los judíos pasaron de estar posiblemente sobrepasados, a tener la sartén por el mango.
Ahora estaban reunidos, unidos.
Piensa por un segundo lo que los judios debieron haber pasado mientras esperaban meses para que este día finalmente llegara. Cada atardecer los acercaba más a su inminente perdición. A medida que los días se convertían en meses, el maltrato antisemita, que comenzó primero con Amán, había seguido creciendo día a día.
Las noches en vela se convirtieron en la norma, y el miedo aumentaba con cada amanecer que se acercaba.
Pero Dios dio la vuelta al malvado plan de Amán, y los judíos se prepararon para defenderse. Armados con el nuevo edicto escrito por Mardoqueo, los judíos tenían que tomar una decisión. ¿Simplemente se defenderían o tomarían represalias?
El mundo nos dice que nos defendamos. “Ojo por ojo” es el grito de guerra. Sin embargo, los judíos optaron por contenerse y usar el autocontrol.
“Pero no les confiscaron sus bienes”. Era un derecho que podrían haber hecho valer.
A los judios se les había dado la misma libertad de matar y saquear que les había dado Amán a sus enemigos, sin embargo, eligieron no hacerlo; se defendieron a sí mismos y a sus familias, pero se detuvieron y no se aventuraron en la tierra de la venganza.
¿Cuál se supone que debe ser nuestra respuesta cuando Dios ha “volteado la mesa” a nuestro favor? ¿Debemos vengarnos como lo hace el mundo? ¿Debemos buscar venganza?
Sólo porque legalmente podamos, no significa que moralmente debamos. Eso es lo que vemos en Ester 9:1-10.
Entonces, ¿cuál es nuestra reacción ante quienes planean hacernos daño? Mira a Dios y reza con todo tu corazón.
Pon tu dolor y tu angustia en Sus manos y déjalo ahí. Y cuando todo intente sobrepasarse en tu corazón, porque lo hará una y otra vez, sigue entregándoselo a Jesús. Confía en Él. Elige la fe por encima del miedo.
Y recuerda, como en Ester, aunque no veas a Dios, Él no te ha abandonado. Dios está trabajando en tu vida. Él tiene un plan y un propósito, ¡y un día convertirá tu tristeza en gozo!
¡Ama a Dios grandemente!
Angela