Construyendo el valor
Cuando leo Ester 7, me imagino el cuarto tenso, lleno de expectativas. Ester, vestida con ropajes reales, estaba de pie ante su esposo, el rey Asuero, con el corazón probablemente latiéndole con fuerza. Estaba a punto de revelar al enemigo que amenazaba su vida y la de su pueblo. ¿Puedes imaginarte el momento? La luz dorada del palacio, el murmullo de los sirvientes al fondo y la voz firme de Ester cortando el aire mientras decía la verdad.
La valentía de Ester despierta algo en mí: la imagen de mi hija Lily, de 18 meses. Ver a Lily aprender a subir escaleras me recuerda el viaje de Esther hacia la confianza en sí misma. Al principio, Lily dudaba; sus piernecitas, inseguras; sus manos, agarrándose con fuerza. Pero después de mucha práctica (y de tal vez una o dos caídas), encontró su ritmo. Ahora sube con audacia y alegría, radiante de una confianza contagiosa.
El coraje de Esther se construyó de la misma manera: una decisión, una oración (¡a quién queremos engañar, probablemente muchas oraciones!) y un paso a la vez. No era temeraria, pero confiaba en Dios más de lo que temía el resultado. Esa confianza le permitió presentarse ante el rey y suplicar por su pueblo, sabiendo el riesgo que corría, pero conociendo también a Aquel que tenía su futuro en Sus manos.
“Por nada se afanen…”
Filipenses 4:6 nos recuerda que debemos llevar todo en oración a Dios. Como madre, este versículo me afecta de forma inesperada. Imagínate esto: estamos cenando en Chick-fil-A; mi tierna hija pequeña suelta un chillido que hace callar a todo el restaurante. Mi esposo y yo nos miramos y nos reímos. ¡Ella nos mantiene humildes! Momentos como estos, en los que el caos se siente abrumador, me llevan de vuelta a Filipenses 4:6. Puedo parecerme bastante a mi dulce niña, que hace berrinches.
Los berrinches y la leche derramada me recuerdan a mi propio corazón. ¿Cuántas veces reacciono por frustración o miedo? Y sin embargo, al igual que recojo a Lily en esos momentos abrumadores, calmándola con palabras suaves y amor, Dios me invita a acudir a Él.
Es una lección de humildad darme cuenta de que no soy tan diferente a mi hija pequeña. Cuando la vida me parece demasiado, ya sea por el peso de las fechas límite, una conversación difícil o preocupación por mi familia, Dios me pide que se lo lleve todo a Él. No me regaña, ni me apresura. En cambio, me sostiene, calma mis pensamientos ansiosos y me susurra Su verdad.
Seguridad a través de la oración
Al leer Ester 7, vemos cómo Dios obró a través de la obediencia y confianza de Ester. Él orquestó cada detalle para exponer el malvado plan de Amán y proteger a Su pueblo. Ester no actuó sola, buscó la guía de Dios a través de la oración y el ayuno, y luego dio un paso adelante con fe.
En nuestras propias vidas, Filipenses 4:6 nos recuerda que la oración es el salvavidas que nos lleva a Aquel que ve el panorama completo. Cuando nos sentimos abrumadas, en lugar de sumirnos en una espiral de ansiedad, estamos llamadas a presentar nuestras peticiones a Dios con acción de gracias. Es una invitación a cambiar nuestra preocupación por Su paz, un recordatorio de que Él tiene el control incluso cuando nos sentimos fuera de control.
Ya sea que estés subiendo los “escalones” de la vida como Ester, o lidiando con los berrinches de un niño pequeño (o de un adulto), recuerda esto: Dios se hace presente. No siempre cambia las circunstancias de inmediato, pero nos cambia a nosotras.
Así que hoy te invito a que nos unamos. Llevémosle nuestros miedos, frustraciones y esperanzas. Deja que Él te sostenga en Sus brazos, calme tu corazón y te recuerde que Él está haciendo todas las cosas para tu bien. Como Ester, podemos estar tranquilas, sabiendo que nuestro Dios es fiel.
Ashley Trail